Adolf Loos; Estudió en Viena, durante la secesión y fue discípulo de Otto Wagner. Viviendo sumergido en un imperio austro-húngaro en deca- dencia y ahogado por una sociedad demasiado inmobilista decide ir a vivir a los Estados Unidos. Allí se encontró viviendo en New Cork y Chicago en los años de esplendor de la Escuela de Chicago, quedando deslumbrado por esta. Seis años después regresa a su Viena natal a ejercer como arquitecto. Publica una revista en solitario sobre moda y ocio en 1907 y dicta distintas conferencias. En 1910 publicó, con gran impacto y crítica, el texto “Ornamento y delito” que me he permitido resumir por cuenta y riesgo. Por supuesto recomiendo la lectura del texto íntegro, para que no seáis víctimas de un “lost in translation”.
Adolf Loos
Ornamento y Delito [Resumido].
Ornamento y Delito [Resumido].

[…] Puede medirse la cultura de un país por el grado en que están ensuciadas las paredes de los retretes.
En el niño es un síntoma natural: su primera manifestación artística es el emborronamiento de las paredes con símbolos eróticos. Pero lo natural en el papua y en el niño es, en la persona moderna, un síntoma de degeneración. La evolución de la cultura es proporcional a la desaparición del ornamento en los objetos utilitarios. Con ello, creí darle al mundo una nueva alegría; no me lo ha agradecido. Se entristecieron y agacharon la cabeza. (…) Cada época tenía su estilo, ¿y solo a nuestra época debía negársele un estilo? Por estilo entendían ornamento. Entonces dije: No lloréis. Ved, es esto lo que caracteriza la grandeza de nuestro tiempo: que no sea capaz de ofrecer un nuevo ornamento.

Los espíritus negros oyeron esto con malhumor y el Estado, cuya tarea es detener el desarrollo cultural de los pueblos, hizo suya la cuestión de desarrollar y reponer el ornamento. (…) Pues, en resumidas cuentas, todo Estado se apoya en la convicción de que, como más atrasado sea un pueblo, más fácil es de gobernar. (…) (Pero) El enorme daño y las desolaciones que produce el resurgimiento del ornamento en el desarrollo estético podrían soportarse fácilmente, ¡pues nadie, ni siquiera un organismo estatal, puede parar la evolución de la humanidad! Sólo la puede retrasar. Sabremos esperar. Pero será un delito contra la economía nacional pues, con ello, se echa a perder trabajo humano, dinero y material.
[…]Los rezagados retrasan el desarrollo cultural de los pueblos y de la humanidad, pues el ornamento no sólo es producido por delincuentes sino que es un delito, porque daña considerablemente la salud del hombre, los bienes nacionales y, por tanto, el desarrollo cultural. (…) Todavía mucho mayor es el daño que sufre el pueblo productor del ornamento. Como el ornamento ya no es producto natural de nuestra cultura, sino que señala un retraso o un síntoma de degeneración, el trabajo del ornamentista ya no está adecuadamente pagado. (…) Si, para una lata lista, pago lo mismo que para una ornamentada, la diferencia en tiempo pertenece al trabajador. Y si no hubiera ningún ornamento, una situación que quizá llegará en milenios, el hombre sólo tendría que trabajar cuatro horas en vez de ocho, pues hoy en día todavía la mitad del trabajo corresponde a los ornamentos.

[…] La persona moderna, que considera sagrado al ornamento, como signo del derroche artístico de épocas pasadas, reconocerá inmediatamente lo atormentado, lo penosamente conseguido y lo enfermizo de los ornamentos modernos. Ningún ornamento puede nacer hoy de alguien que viva en nuestro nivel cultural. Distinto es con personas y pueblos que todavía no han alcanzado este nivel.