Este edifico se encuentra en el Campus de Elviña, de la Universidad de A Coruña, en las afueras de la ciudad del mismo nombre. Por tanto el edificio tenía que ser emblema del saber, de un conocimiento profundo y elevado, con formas pragmáticas y sencillas, sin concesión a lo inútil y superficial.
En una forma de prisma, sencilla y sin ornamentos, y cubierto por una piel de aluminio, el edificio muestra rápidamente su carácter funcional y tecnológico. Se pretende crear una gran caja que albergue el saber, la luz.

La fachada adquiere especial relevancia gracias a su piel de chapa microperforada. Durante el día la luz penetra por ella permitiendo una visión cómoda sin ser vistos, apreciándose desde el exterior como un bloque sólido y macizo. Pero cuando se hace de noche el contenedor “cobra vida” y se transforma en una caja de luz, a modo de faro. Esta hoja de aluminio anodizado microperforado se separa de la fachada real mediante una pasarela para facilitar el mantenimiento de esta doble fachada y potenciando su carácter funcional y duradero.
La rampa es la principal forma de acceso al edificio. Se accede por tanto desde la parte superior de este para recorrerlo hacia abajo una vez dentro, cambiando por completo la percepción del espacio. La rampa además evoca una visión industrial, como un puente por el que suben los vehículos para dejar su carga. Esta finaliza en un mirador cubierto, con vistas a la ciudad, como una especie de puesto vigía desde el que se puede ver todo el campus, y más lejos, La Coruña.

El claustro es la parte central y más importante del edificio. Su percepción se altera al ser contemplado por primera vez de abajo a arriba. Todo el edificio se compone a su alrededor, las aulas y diferentes estancias dan a él, por lo que adquiere un significado de foro romano en el que se intercambia y comparte el saber en torno a un patio, donde se vuelcan todas las circulaciones.
Las comunicaciones entre pisos se encuentran perfectamente marcadas y reconocibles, acentuando el carácter funcional del edificio. De forma escultórica la escalera se alza visiblemente a ambos lados del claustro. Pero en el mismo bloque, más ocultos, se encuentran los servicios, tras los ascensores, de manera que se mantiene el carácter íntimo de su propio uso.

Un acierto, desde mi punto de vista, y una obra de un estudio gallego en auge, por lo que debemos tenerlo en cuenta y valorarlo como se merece.
